Del consultorio al aula
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Guía para conocer los trastornos del neurodesarrollo y su relación con el aprendizaje. Propuestas de adecuaciones para el aula.
NIÑOS MÁS ALLÁ DE LOS DIAGNÓSTICOS
El libro que tiene en sus manos proviene de un verdadero esfuerzo de un equipo de profesionales con mucha experiencia interdisciplinaria. Comienza con un prólogo que pone las cosas en su lugar y luego se acompaña de un enorme bagaje de conocimientos técnicos de cómo identificar y diferenciar desafíos de aprendizaje con ejemplos y sugerencias prácticas de cómo ayudar a cada niño según su perfil.
Todo niño aprende. En mis 25 años de práctica médica, no me he encontrado con ningún niño que no pueda aprender. Los niños son todos niños primero. Nuestra cultura, sistema médico y educativo en sus orígenes comenzó identificando aquellos niños que necesitaban apoyos diversos para aprender como una manera de acompañar y prevenir mayores desencuentros con su medio. Sin embargo, hoy la identificación y diagnóstico de los desafíos han cobrado vida propia y en muchos casos “se comen” al niño.
Esto no significa que los diagnósticos o diagnosticar estén errados en sí mismos; sino que señala que el trabajo de consciencia y de autoconocimiento de terapeutas y docentes de sus propios automatismos y sesgos, debe ser mayor. Un vínculo cálido, amable, sensible, comprensivo y ajustado al perfil de cada niño sigue siendo una de las piezas más efectivas y poderosas para ayudarlo.
Cada niño tiene una zona de desarrollo próximo y es allí donde aprende con comodidad y quiere seguir participando de su propio aprendizaje.
El gran desafío en la actualidad es la cantidad de factores de riesgo que se han acumulado tanto en la infancia como en la crianza. Los diagnósticos siguen siendo los mismos; pero el mundo, contexto y dinámicas han cambiado radicalmente. Esto requiere y reclama que a la par de nuestros conocimientos técnicos, tengamos bien cerquita y afilado nuestro criterio sensible y ser-humanidad presente.
Hoy es tan desafiante ser niño como así también ser padre. Estrés, exceso de pantallas a edades demasiado tempranas, limitación del contacto con la naturaleza, educación formal anticipada, reducción del juego simbólico, alimentación sin nutrición, disminución del movimiento y juego libre en bebés por exceso de implementos, carritos, etc., etc., etc. ¿Coincidencia o consecuencia? Aún no lo sabemos, pero asistimos a un sugerente cambio en aspectos fundacionales de la crianza que se acompañan de un aumento de niños con desafíos en su desarrollo.
Resulta importante comprender que los diagnósticos, ante la cantidad de variables de riesgo presentes en el día a día, dejan de ser diagnósticos puntuales y aislados del niño para pasar a ser fenómenos sociales complejos que “exigen” miradas y abordajes sistémicos.
En muchos casos los desafíos en el desarrollo se acompañan por una lista creciente de aspectos bio-psico-sociales, dentro de los cuales las variables psico-socio- ambientales han aumentado de manera significativa en cantidad y en incidencia.
La mayoría de los niños que hoy llegan para una consulta por desafíos en su desarrollo presentan algún perfil de desorden en su manera de integrar, regular, procesar y relacionarse con experiencias sensorio-motrices tempranas; presentando secundariamente desórdenes más puntuales del aprendizaje.
Sin riesgo de ser repetitivo, la sobre exposición a pantallas y tecnología antes de los dos años está generando interferencias importantes en la manera en la que el cerebro y los sentidos integran y procesan las experiencias sensorio-motrices, cognitivas y emocionales tempranas, fundamentales para el desarrollo posterior.
En este contexto a la vez, la buena noticia es que la mayoría de estos desórdenes y desafíos han generado el desarrollo y/o recuperación de abordajes más conscientes de los aspectos sutiles del vínculo y las relaciones. Apoyos que se basan, más allá de lo técnico, en enriquecer el vínculo, el juego, el movimiento y las actividades de disfrute compartidas por parte de los terapeutas.
La estimulación de las habilidades socioemocionales, el pensamiento crítico y la resolución de problemas en contextos de juego sensorio-motriz, en muchos casos, beneficia puntualmente el “trastorno de aprendizaje” más específico.
Más allá de los desafíos de aprendizaje que un niño pueda tener, resulta clave que en la mente del niño prevalezca un “yo puedo” y “estoy aprendiendo” en vez de “tengo un problema”, “un desorden”, “un trastorno”, “un déficit” …o “soy un fracaso”. Quizás con demasiada liviandad hablamos delante de los niños con lenguaje técnico, y no tanto, sobre sus perfiles y desafíos sin consciencia de lo que cada niño comprende y va armando en su mente sobre lo que tiene.
Hoy puede tener más peso el “cómo” comunicamos un diagnóstico a un padre que los propios detalles técnicos de este. Es fundamental que un padre salga de un consultorio motivado, comprendiendo sus propios miedos y, más allá de los desafíos de su hijo, poder seguir acompañándolo con una confianza no-condicionada que vaya más allá de los logros. Sin embargo, muchas veces sucede lo contrario.
El valor y autoestima de un niño queda atado a sus logros, y la confianza en ellos condicionada a lo escolar, social y/o deportivo. Una importante ley de oro es la siguiente: todo padre sabe que ama incondicionalmente a su hijo; aun así es importante asegurarse de que los niños se sientan queridos, especialmente ante la cantidad de exigencias puestas sobre ellos y la cantidad de estresores, distracciones y desconexiones que viven los padres.
Ante las crecientes presiones de un modelo educativo que está intentando adaptarse y adaptar sus currículos y abordajes a un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, lograr acompañar a los niños con miradas respetuosas de sus procesos orgánicos individuales de aprendizaje más allá de los logros y diagnósticos, resulta fundamental.
El gran riesgo, hoy, es usar exclusivamente la escuela y el avance de los conocimientos en los niños como señal de capacidades de aprendizaje.
En muchos casos los niños siguen recibiendo una educación siglo XX cuando el contexto, la realidad y la función de la educación y la escuela ha cambiado radicalmente. Una cosa es cumplir con las tareas y la escuela y, otra cosa, es querer y disfrutar del aprendizaje.
Ante la desmotivación que genera el cumplir y la falta de credibilidad de un mundo de adultos que reflejan enormes incongruencias de pensamiento-palabra-acción muchos niños se quedan a medio camino y, más dramático aún, reciben diagnósticos de trastornos de aprendizaje y/o emocionales, sin una mirada más amplia y compasiva.
Todos los niños aprenden, la única diferencia entre ellos son sus procesos, ritmos, modalidades y tiempos de aprendizaje. Los diagnósticos son muy útiles al sistema y en la comunicación entre adultos de cómo mejor ayudar a cada niño en particular.
Sin embargo, la trivialización y la automatización del uso de los diagnósticos sin consciencia ha generado un fenómeno de medicalización y terapeutización de la infancia de muchos niños que pasan más tiempo cumpliendo con la escuela y terapias que con su propia infancia.
El libro que tiene en sus manos parte, desde su inicio, con este llamado de atención. La precisión de la excelencia clínica y técnica cobra valor y se potencia cuando cada padre, terapeuta, docente y profesional tiene primero consciencia de sí mismo, de sus sesgos y necesidades. ¡Los niños son niños primero!
El mejor apoyo y/o terapia viene de la mano del respeto, la escucha atenta, la comprensión, la empatía y el disfrute compartido. Un niño que ante el desafío de “no saber” o “no poder”, sigue intentando superarse…más que un diagnóstico, tiene toda una vida de aprendizaje y sabiduría por delante.
Esa energía es de lo que está hecha la resiliencia. La resiliencia en esencia no es otra cosa que la capacidad de seguir aprendiendo ante situaciones de desafío, con confianza en uno mismo. Las raíces de la resiliencia provienen de la mirada atenta de al menos un adulto que transmite confianza…”vos vales y vos podés por ser quien sos”.
Este libro fue escrito y publicado en pandemia. Nunca una mejor situación para entender la verdadera función de la educación que consiste en aprender a vivir los desafíos de la vida confiando en los propios recursos y habilidades socioemocionales; esas habilidades que permiten sobrellevar los desafíos y seguir aprendiendo plenamente. Los seres humanos estamos diseñados para aprender, motorizados por la curiosidad, el asombro, la alegría y la gratitud por descubrir. Sacudámonos de encima la rutina y mecanización de tomarnos nuestra tarea de estar con niños como un “trabajo”. Veamos y honremos en cada niño nuestra maravillosa evolución y tecnología humana estando presentes, atentos y alegres, asombrados por la oportunidad de estar allí vivos y ayudando…y ese será el mejor apoyo.
‘El hombre no deja de jugar porque se hace viejo. Se hace viejo porque deja de jugar’
George Bernard Shaw
Si lo desea puede ver páginas interiores de la obra:
Guía para conocer los trastornos del neurodesarrollo y su relación con el aprendizaje. Propuestas de adecuaciones para el aula.
NIÑOS MÁS ALLÁ DE LOS DIAGNÓSTICOS
El libro que tiene en sus manos proviene de un verdadero esfuerzo de un equipo de profesionales con mucha experiencia interdisciplinaria. Comienza con un prólogo que pone las cosas en su lugar y luego se acompaña de un enorme bagaje de conocimientos técnicos de cómo identificar y diferenciar desafíos de aprendizaje con ejemplos y sugerencias prácticas de cómo ayudar a cada niño según su perfil.
Todo niño aprende. En mis 25 años de práctica médica, no me he encontrado con ningún niño que no pueda aprender. Los niños son todos niños primero. Nuestra cultura, sistema médico y educativo en sus orígenes comenzó identificando aquellos niños que necesitaban apoyos diversos para aprender como una manera de acompañar y prevenir mayores desencuentros con su medio. Sin embargo, hoy la identificación y diagnóstico de los desafíos han cobrado vida propia y en muchos casos “se comen” al niño.
Esto no significa que los diagnósticos o diagnosticar estén errados en sí mismos; sino que señala que el trabajo de consciencia y de autoconocimiento de terapeutas y docentes de sus propios automatismos y sesgos, debe ser mayor. Un vínculo cálido, amable, sensible, comprensivo y ajustado al perfil de cada niño sigue siendo una de las piezas más efectivas y poderosas para ayudarlo.
Cada niño tiene una zona de desarrollo próximo y es allí donde aprende con comodidad y quiere seguir participando de su propio aprendizaje.
El gran desafío en la actualidad es la cantidad de factores de riesgo que se han acumulado tanto en la infancia como en la crianza. Los diagnósticos siguen siendo los mismos; pero el mundo, contexto y dinámicas han cambiado radicalmente. Esto requiere y reclama que a la par de nuestros conocimientos técnicos, tengamos bien cerquita y afilado nuestro criterio sensible y ser-humanidad presente.
Hoy es tan desafiante ser niño como así también ser padre. Estrés, exceso de pantallas a edades demasiado tempranas, limitación del contacto con la naturaleza, educación formal anticipada, reducción del juego simbólico, alimentación sin nutrición, disminución del movimiento y juego libre en bebés por exceso de implementos, carritos, etc., etc., etc. ¿Coincidencia o consecuencia? Aún no lo sabemos, pero asistimos a un sugerente cambio en aspectos fundacionales de la crianza que se acompañan de un aumento de niños con desafíos en su desarrollo.
Resulta importante comprender que los diagnósticos, ante la cantidad de variables de riesgo presentes en el día a día, dejan de ser diagnósticos puntuales y aislados del niño para pasar a ser fenómenos sociales complejos que “exigen” miradas y abordajes sistémicos.
En muchos casos los desafíos en el desarrollo se acompañan por una lista creciente de aspectos bio-psico-sociales, dentro de los cuales las variables psico-socio- ambientales han aumentado de manera significativa en cantidad y en incidencia.
La mayoría de los niños que hoy llegan para una consulta por desafíos en su desarrollo presentan algún perfil de desorden en su manera de integrar, regular, procesar y relacionarse con experiencias sensorio-motrices tempranas; presentando secundariamente desórdenes más puntuales del aprendizaje.
Sin riesgo de ser repetitivo, la sobre exposición a pantallas y tecnología antes de los dos años está generando interferencias importantes en la manera en la que el cerebro y los sentidos integran y procesan las experiencias sensorio-motrices, cognitivas y emocionales tempranas, fundamentales para el desarrollo posterior.
En este contexto a la vez, la buena noticia es que la mayoría de estos desórdenes y desafíos han generado el desarrollo y/o recuperación de abordajes más conscientes de los aspectos sutiles del vínculo y las relaciones. Apoyos que se basan, más allá de lo técnico, en enriquecer el vínculo, el juego, el movimiento y las actividades de disfrute compartidas por parte de los terapeutas.
La estimulación de las habilidades socioemocionales, el pensamiento crítico y la resolución de problemas en contextos de juego sensorio-motriz, en muchos casos, beneficia puntualmente el “trastorno de aprendizaje” más específico.
Más allá de los desafíos de aprendizaje que un niño pueda tener, resulta clave que en la mente del niño prevalezca un “yo puedo” y “estoy aprendiendo” en vez de “tengo un problema”, “un desorden”, “un trastorno”, “un déficit” …o “soy un fracaso”. Quizás con demasiada liviandad hablamos delante de los niños con lenguaje técnico, y no tanto, sobre sus perfiles y desafíos sin consciencia de lo que cada niño comprende y va armando en su mente sobre lo que tiene.
Hoy puede tener más peso el “cómo” comunicamos un diagnóstico a un padre que los propios detalles técnicos de este. Es fundamental que un padre salga de un consultorio motivado, comprendiendo sus propios miedos y, más allá de los desafíos de su hijo, poder seguir acompañándolo con una confianza no-condicionada que vaya más allá de los logros. Sin embargo, muchas veces sucede lo contrario.
El valor y autoestima de un niño queda atado a sus logros, y la confianza en ellos condicionada a lo escolar, social y/o deportivo. Una importante ley de oro es la siguiente: todo padre sabe que ama incondicionalmente a su hijo; aun así es importante asegurarse de que los niños se sientan queridos, especialmente ante la cantidad de exigencias puestas sobre ellos y la cantidad de estresores, distracciones y desconexiones que viven los padres.
Ante las crecientes presiones de un modelo educativo que está intentando adaptarse y adaptar sus currículos y abordajes a un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, lograr acompañar a los niños con miradas respetuosas de sus procesos orgánicos individuales de aprendizaje más allá de los logros y diagnósticos, resulta fundamental.
El gran riesgo, hoy, es usar exclusivamente la escuela y el avance de los conocimientos en los niños como señal de capacidades de aprendizaje.
En muchos casos los niños siguen recibiendo una educación siglo XX cuando el contexto, la realidad y la función de la educación y la escuela ha cambiado radicalmente. Una cosa es cumplir con las tareas y la escuela y, otra cosa, es querer y disfrutar del aprendizaje.
Ante la desmotivación que genera el cumplir y la falta de credibilidad de un mundo de adultos que reflejan enormes incongruencias de pensamiento-palabra-acción muchos niños se quedan a medio camino y, más dramático aún, reciben diagnósticos de trastornos de aprendizaje y/o emocionales, sin una mirada más amplia y compasiva.
Todos los niños aprenden, la única diferencia entre ellos son sus procesos, ritmos, modalidades y tiempos de aprendizaje. Los diagnósticos son muy útiles al sistema y en la comunicación entre adultos de cómo mejor ayudar a cada niño en particular.
Sin embargo, la trivialización y la automatización del uso de los diagnósticos sin consciencia ha generado un fenómeno de medicalización y terapeutización de la infancia de muchos niños que pasan más tiempo cumpliendo con la escuela y terapias que con su propia infancia.
El libro que tiene en sus manos parte, desde su inicio, con este llamado de atención. La precisión de la excelencia clínica y técnica cobra valor y se potencia cuando cada padre, terapeuta, docente y profesional tiene primero consciencia de sí mismo, de sus sesgos y necesidades. ¡Los niños son niños primero!
El mejor apoyo y/o terapia viene de la mano del respeto, la escucha atenta, la comprensión, la empatía y el disfrute compartido. Un niño que ante el desafío de “no saber” o “no poder”, sigue intentando superarse…más que un diagnóstico, tiene toda una vida de aprendizaje y sabiduría por delante.
Esa energía es de lo que está hecha la resiliencia. La resiliencia en esencia no es otra cosa que la capacidad de seguir aprendiendo ante situaciones de desafío, con confianza en uno mismo. Las raíces de la resiliencia provienen de la mirada atenta de al menos un adulto que transmite confianza…”vos vales y vos podés por ser quien sos”.
Este libro fue escrito y publicado en pandemia. Nunca una mejor situación para entender la verdadera función de la educación que consiste en aprender a vivir los desafíos de la vida confiando en los propios recursos y habilidades socioemocionales; esas habilidades que permiten sobrellevar los desafíos y seguir aprendiendo plenamente. Los seres humanos estamos diseñados para aprender, motorizados por la curiosidad, el asombro, la alegría y la gratitud por descubrir. Sacudámonos de encima la rutina y mecanización de tomarnos nuestra tarea de estar con niños como un “trabajo”. Veamos y honremos en cada niño nuestra maravillosa evolución y tecnología humana estando presentes, atentos y alegres, asombrados por la oportunidad de estar allí vivos y ayudando…y ese será el mejor apoyo.
‘El hombre no deja de jugar porque se hace viejo. Se hace viejo porque deja de jugar’
George Bernard Shaw
Si lo desea puede ver páginas interiores de la obra:
ISBN
9789878833651
Peso | 540 g |
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Dimensiones | 170 × 240 × 16 mm |
Estado | Nuevo, Outlet – Con defectos estéticos |